El preámbulo de la Constitución Nacional en momentos de pandemia

Por Elian Facundo Yorlano, estudiante de avanzado de abogacía de la Universidad Nacional de La Plata, ayudante alumno de la materia Derecho Político de la misma universidad.

Más de 150 años, y con ello, tantos cambios transcurrieron en nuestro país desde el dictado de nuestra Constitución Nacional.

Muy lejano se manifiesta aquel 1853 donde los nombres de algunos de nuestros próceres no eran sólo nombres sino personas tan humanas como nosotros. Y aún más, contemporáneos de nuestros antepasados. Tenemos poca práctica en imaginar a nuestros ancestros en aquellos lugares. Sin embargo, allí estaban, con sus vidas, sus historias, sus alegrías y sus problemas.

En aquel año se dio la primer Constitución para nuestro pueblo, nuestra Carta Magna, la Ley de Leyes…tantos adjetivos para “un librito”, que no es ni más ni menos que el ordenamiento del cual derivan todas las leyes que nos rigen hoy día.

Pocas personas ajenas al estudio de la Constitución, sabrán que contamos con un preámbulo con una inmensa riqueza en valores, el cual desde aquel año ha permanecido casi impoluto.

Para el que no haga hábito el conocer del mundo jurídico, se lo presento:

«Nos los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino: invocando la protección de Dios, fuente de toda razón y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución, para la Nación Argentina»

Ahora bien…mucho tiempo ha pasado de aquel pronunciamiento. Tantas personas han sido amparadas bajo nuestra Constitución. Tantos derechos se han defendido usándola como espada y escudo; tantas victorias hemos conseguido a través de nuestra historia. Y claro, hubo momentos de angustia, de temor y de lamento.

Hoy, la Argentina atraviesa una circunstancia excepcional, que hace resignificar cada una de nuestras instituciones otorgándoles nuevo valor con la inesperada e intempestiva llegada de la pandemia, sobrevenida a raíz del nuevo COVID – 19.

Luego de muchas semanas en nuestros hogares, sería un práctico ejercicio preguntarse: ¿por qué no tomarse el atrevimiento de darle un nuevo sentido a nuestro preámbulo? ¿Por qué no ir a nuestras bases? No buscando una solución, sino pretendiendo resignificar nuestro existir nacional en esta situación extraordinaria..

Con un estilo de redacción correspondiente con la época, se manifestaron en nuestro Preámbulo algunos principios que parecerían extraídos de una cadena nacional de arenga pronunciada por el presidente de turno, alentando a «constituir la unión nacional»; proponiendo «afianzar la justicia»; fomentando el intento a «promover el bienestar general», y demás.

Esperanzador, ¿no?

Desde mediados de marzo nuestro país se ha paralizado…y a la vez se está moviendo, transformándose constantemente en medio de la emergencia.

Hicimos de nuestra casa (para los que tenemos el privilegio), nuestro fuerte.

A razón de la pandemia han dado un golpe en seco nuestros encuentros, nuestros proyectos y oportunidades…gran parte de nuestra vida quedó en stand by.

¿Y aquí qué lugar ocuparía el Preámbulo?

Sería interesante darle un rol protagónico en nuestra cotidianeidad. Es el recuerdo vivo de nuestras raíces, transformado en historia parlante, actuando como guía del pueblo. No actúa sólo en tiempos de no – crisis, sino que debe seguir más vigente que nunca, a pesar de la tempestad.

Yendo a sus principios, vemos que nuestro Preámbulo nos propone “Constituir la unión nacional” …palabras positivas para nuestra nación federal, pronunciadas en 1853 y con inmenso valor en la actualidad. La pandemia afectó a Oscar de Jujuy, a Norma de la Capital Federal y a Susana de Chubut. Muchas veces, nuestra acotada cosmovisión nos hace pensar que en nuestro país solo hay una unión económica, y que sólo sufrimos en conjunto impuestos, y son para nuestro beneficio los diversos recursos. Sin embargo, eso es sólo una parte de la realidad. Más de cuarenta millones de argentinos estamos unidos bajo vínculos sociales, psicológicos, espirituales. ¿Quién no quiere lo mejor para su país? ¿Quién no desea que la Argentina siempre se ponga de pie? Es un momento propicio para crear lazos de unidad, caminando todos juntos hacia futuros mejores y ser conscientes de la solidaridad nacional a la cual quizás este nuevo virus, colateralmente, nos esté llamando.

Verdaderamente, debemos consolidar la paz interior. Tender puentes entre unos y otros, eliminar nuestras diferencias resaltando nuestras concordancias, enlazarnos en espíritu para lograr alcanzar objetivos comunes. Un apoyo constante que sea potencial de construir hogares comunes, no es tiempo de muros. Es preciso que todas nuestras acciones sean para promover el bienestar general. Todo argentino espera con ansias el momento en el que el virus haya desaparecido…que lo que estamos pasando parezca ya lejano…¿y mientras tanto? ¿qué hacer? Son tiempos de reflexión necesaria, de soledad inesperada. Los encuentros con otros pasaron a ser con nuestro interior. Más allá de nuestra puerta…lo desconocido. Y sin embargo, es nuestra responsabilidad, en la medida de lo posible, convertir todas estas desesperanzas en potencial progreso. Poder pensar no sólo qué haremos cuando esto termine, sino qué puedo hacer desde mi lugar, hoy. 

Nuestro preámbulo nos encomienda (no solo a nuestros gobernantes, sino a cada uno) afianzar la justicia. ¿Hace falta una reforma profunda de nuestras instituciones que imparten justicia? Tal vez. Pero podemos figurarlo más allá…afiancemos nuestro sentido de justicia, convirtamos nuestras injusticias propias en equilibradas balanzas. Algunos en este tiempo tenemos la oportunidad y el privilegio de poder estar en nuestra casa, de trabajar desde casa, realizamos pedidos por delivery, y nos reunimos virtualmente con nuestros afectos. Y nos cuesta. Y nos molesta. No creemos que sea justo vivir así. Y con razón.

Y ahora imaginemos aquellos que no pueden quedarse en la casa, aquellos que no tienen un hogar donde poder permanecer, donde pasar la noche y mucho menos el día. Pensemos en las personas desempleadas que en marzo estaban desesperadamente buscando un trabajo…y ahora les es imposible. Pensemos en aquellos jóvenes sin conexión a internet, que no pueden continuar sus estudios debido a la situación actual. Nada de esto es justo.

Y sin embargo, sucede.

No debemos pensar estas situaciones adjudicándonos culpa, porque aquello no nos lleva a buen puerto. Allí empezamos a protagonizar esta historia, nuestra historia. Intentar dar pequeños pasos para construir un mundo mejor, un mundo más justo.

Nadie esperaba lo que nos está pasando. No obstante, pasó. Aún así, no nos podemos quedar esperando a que sólo transcurra. Debemos actuar, desde donde tengamos la posibilidad.

Por último, el Preámbulo finaliza “…Asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino

Cada día de confinamiento que pasa, más sentido toma la palabra “libertad”. Añoramos ser libres y poder transitar las calles de nuestro país. Extrañamos nuestras costumbres impregnadas de argentinidad. Un abrazo, un mate, un encuentro.

Sin embargo, es necesario cuidarnos, es imperioso asegurar nuestros derechos respetando los de los demás. Nuestro instinto materno y paterno se pone en juego en el cuidado del otro estos días. Queremos que la Argentina salga victoriosa de esta situación. Y ello depende de todos nosotros. De nuestra voluntad.

Convirtamos las imposibilidades en sueños y en realidad. Empecemos a trabajar por ellos. La pandemia originada por el COVID – 19 vino a transformarnos de una manera negativa. Démosle la vuelta. Cuanto menos libre sea nuestro movimiento, tanto más sea inversamente proporcional nuestra reflexión interior. Y que esa reflexión se convierta en obras. Las obras en construcciones humanas.

Y allí, incluso en un tiempo donde se sufre, también podremos cambiar el mundo.

¡Cuánta luz vigente pueden tener estas palabras de hace tanto tiempo!¡Cuán orientador puede sernos nuestro Preámbulo!

Nuestras raíces nos quieren decir algo, aprendamos a oírlas.